viernes, 5 de septiembre de 2008

La pastilla del después


En ese preciso instante en el que el ahora se torna aprehensible uno se pone a pensar en el ayer. Y a veces, es bueno reconocerlo, el pasado nos inmiscuye en cierta tenebrosidad que preferimos evadir, pero que actúa en nosotros como pegajoso imán.
Arranca la línea del pensamiento…y los condicionales se suceden cual torrente. Las barreras que delimitan el ser del parecer se esfuman en humaredas. Sin poder, nos trasportamos a no lugares imaginables, diciendo discursos impronunciables a aquel fantasma, que a pesar de su condición, percibimos con los cinco sentidos. Excusas, mentiras malintencionadas, palabras huecas, f o n e m a s
d i s t a n t e s , s o n i d o s d e s v a n e c i d . . .
Entonces es tiempo de encontrar un remedio. Los hay en mil tamaños, colores y hasta sabores. Sus componentes: ácido propiónico, diazepam, clonazepam, entre otros. Resulta de mi preferencia aquel compuesto por millones de caracteres que cuando me lo suministro, logra llevarme consigo a aquellos lugares en donde encuentro ficticia calma. Es que hay veces en que, a pesar del dolor provocado, es saludable aceptar que nos entusiasma mucho más la otredad que la cotidianeidad.