viernes, 16 de enero de 2009

El retorno a la inocencia

En un intento por recuperar lo que perdí de mí, escupo lo que pienso, porque en este caso expulsar es sumar, agregar, ganar, y demás verbos que indiquen que es hora de volver a tener lo que en algún momento, sin querer, se me ha perdido.
Porque, a pesar de todo, acepto. Aunque quieran hacerme creer lo contrario, entiendo y acepto. Cansada de la manipulación al extremo, espero hoy estas líneas encierren algo que deseo permanezca encapsulado, el tiempo que sea necesario, hasta el fin de la era si lo merece.
Una vez, de muy chica, leí que alguien escribía: “(…) que no te importe lo que diga la gente, sólo cree en el destino (…)”. En estas aguas, si me dejan, pretendo sumergirme. Ya no más pensamientos nefastos, que no conducen a nada. No es facilismo, lejos estoy de pretenderme de esa estirpe. Pero cuento con la suerte de conocer un caso cercano, profundo y feliz, que me hace pensar que puedo dejarme llevar. Que si bien hay que ayudar un poco al destino, no hay que forzarlo, para nada, ni para perder.
Entonces, lo dejo, porque me pesa mucho ya cargarlo, y espero pronto me deje, así navego en paz de una buena vez. Pero no lo hago fácil, sino productivo. Y le pido perdón por ser diferente. Porque no tuve la culpa, aunque pretenda culparme.
Es tiempo de reivindicarme, no voy a exteriorizarlo todo, pero aquí lo represento en su completitud. Es momento de recuperarme, es hora de retornar a la inocencia.